‘El último vagón’ es un homenaje a los docentes

La película mexicana es una en una sensación en la plataforma de ‘streaming’. Narra la historia de la maestra Georgina y su convicción para que sus alumnos aprendan a pesar de las adversidades.
La actriz  Adriana  Barraza interpreta a la maestra Georgina. Ella es una profesora unidocente. Foto: Netflix

La actriz Adriana Barraza interpreta a la maestra Georgina. Ella es una profesora unidocente. Foto: Netflix

3 de julio de 2023 07:05
Redacción Familia

A veces las historias más lindas empiezan con una muerte. También pueden comenzar con una despedida o con un recuerdo de un amor. ‘El último vagón’ se inicia con una muerte.

La película mexicana es una historia simple; es una historia mínima. Quizás esa es la clave para su triunfo en Netflix desde su estreno en junio. Sin embargo, esa historia simple tiene un ingrediente que la hace entrañable y cercana: se trata de una maestra rural (de esas escuelas unidocentes que en pleno siglo XXI existen aquí y allá) y su vínculo con un alumno, uno que cuando ella lo conoció ni siquiera quería aprender a leer.

El pequeño se llama Ikal y su desinterés radica en que su padre trabaja en arreglos y reparaciones de la riel del ferrocarril, por lo que nunca han establecido un hogar fijo. Por eso, la película empieza cuando él y tres niños más descubren un cadáver en un río. El resto de muchachos le dicen: “El nuevo”.

Tras llevarse un susto, porque aparece “un monstruo”, en el pueblo explican a la maestra Georgina lo ocurrido y ella conoce a Ikal. Se entera de que él no va a la escuela y la profesora se pone en la tarea de convencer al niño y a su familia sobre la necesidad de aprender.

Los maestros saben, al menos los sabios, que para llevar a un pequeño al mundo de las letras se necesita más de un truco porque los niños tienen la curiosidad en el alma y solo la adultez adormece el deseo por descubrir en muchos de nosotros.

Es una historia simple la de Ikal aprendiendo a leer y a tener amigos de verdad, a criar a Quetzal (su perro) e incluso a enamorarse de Valeria, una niña del pueblo. Pero las historias llevan magia e ilusiones. En el pueblo aterriza el circo y se siente cómo Ikal y sus amigos se dejan destellar por las luces, por la magia y lo oculto. Tras esto hay un recuerdo de cómo José Arcadio Buendía amaba esos días en que llegaba el circo a Macondo, en ‘Cien años de Soledad’, y se entusiasmaba con tanta maravilla, como lo describe Gabriel García Márquez en el primer capítulo.

El circo es, entonces, ese cable a un realismo mágico como necesidad de recordar que estas historias mínimas suceden aunque parezcan irreales o sacadas de algún pueblo alejado olvidado por el mundo y en el que solo irrumpen los ferrocarriles.

‘El último vagón’ está basada en la novela homónima de la española Ángeles Doñante, publicada en el 2019. En el libro se cuenta la historia de Ernesto (el maestro) y su impulso para que sus alumnos sueñen en su futuro.

En la película a Ikal le preguntan: “¿Qué quieres ser de grande? Y él responde: “no sé ni lo que haré mañana”. Siempre el futuro es una fuente de esperanzas y de sueños, pero también de miedos y frustraciones. El pequeño niño siempre ha ido de un lado a otro con sus padres y nunca había generado vínculos para construir un presente, hasta que llegó al aula de Georgina; al fin logró construir el sueño de un niño: amigos, aventuras, aprender, jugar…

Una historia mínima que tiene un adiós y un retorno

En el futuro está el antagonista de esta historia simple. Hugo Valenzuela es un funcionario de la Secretaría de Educación y su trabajo es cerrar escuelas en nombre del bien común. Él es todo lo contrario del espíritu de aquellos maestros que creen en los niños del campo.

Valenzuela responde a las estructuras burocráticas y políticas que nunca han pisado el campo, pero se llenan de discursos en favor del pueblo. La educación, para el jefe de Valenzuela, no es más que un componente de una sociedad que no tiene futuro.

Las convicciones de Valenzuela, en ese futuro, se cuestionan justamente por no tener sueños y se contraponen con las de la maestra Georgina, quien siempre apela a la imaginación para crear sueños en la mente de los niños, de esos pequeños que no conocen el mundo o solo conocen para bien la inocente realidad del campo y su naturaleza.

Esta historia mínima es un homenaje a los maestros de vocación y a los alumnos que lograron aprender los valores más básicos de esos profesores. Y, a la vez, es un cuestionamiento a los políticos y sus proyectos sin fundamentos ni valores; aquellos que pareciera que se olvidaron de dónde salieron.

‘El último vagón’, dirigida por Ernesto Contreras, es una película de ida y vuelta; con historias mínimas que se contraponen para evidenciar la bondad y sacrificio de la docencia. El guion tiene, como la vida misma, debilidades que no se justifican o posiblemente historias que no necesitan argumentos lógicos para entenderse.

Más noticias en: https://www.elcomercio.com/ultima-hora/

Te puede interesar