miércoles 04 de septiembre 2019

No me hables de la guerra

Edna Iturralde

“En la guerra comienzas por agradecer los días que estás viva; luego agradeces las horas y llegas hasta los minutos”, me dice Alenka: de origen polaco, 93 años y una mente clarísima. “Fue un primero de septiembre de 1939. Yo tenía trece años y mi hermana cinco”, suspira antes de continuar. “Las hojas de los árboles ya se tornaban anaranjadas. Mis padres, mi abuela, mi hermana y yo estábamos reunidos junto a la radio. Mi abuela rezaba el rosario a la Virgen Negra de Częstochowa. Había rumores de que Alemania iba a invadir a nuestro país. Y así sucedió aquel día. Entonces, mi padre decidió que debíamos huir a Inglaterra y desde allí a los Estados Unidos. Pero las cosas se complicaron: dos días después, Inglaterra y Francia declararon la guerra a Alemania y así empezó la Segunda Guerra Mundial. Al poco tiempo, mi padre fue fusilado acusado de conspirador. Mi abuela no resistió perder a su hijo. Luego de un año, mi madre, mi hermana y yo escapamos a Inglaterra. Por equivocación nos separaron y nos pusieron en distintos botes con destino a América. El que las llevaba se hundió. ¡No me hables de la guerra!”