Al igual que existen muchos mitos alrededor del amor romántico, también los hay con respecto a cómo debe ser una relación (ideal) de pareja. Uno de ellos es que la sinceridad debe ser total y no deben haber secretos entre los implicados. Pero, ¿hasta qué punto esto es saludable y conveniente para la relación?

Aunque depende mucho del contexto, la honestidad total en una unión amorosa no es beneficiosa, según los expertos. “La conclusión de los psicólogos sociales es que a un amigo le puedes contar de la A a la Z, pero a una pareja como mucho hasta la W”, explica la psicóloga Isabel Serrano. Esto para evitar caer en lo que ella llama “sincericidio” (sobredosis de sinceridad) y dar espacio a la confianza mutua.

La especialista considera que las parejas simbióticas, que se comparten absolutamente todo, “tienen fecha de caducidad por ser excesivamente explícitas”. Puede pasar que terminen dejándose llevar por el aburrimiento o que se olviden de esa chispa y terminen convirtiéndose en simples amigos.

Tampoco se trata de lo contrario, de llevar los secretos al extremo al punto que comprometan a la relación. Hay que buscar un equilibrio y, ante todo, evitar dañar al otro.

La honestidad frente a la importancia de la intimidad

Para el reconocido psicólogo Walter Riso, el mandato de nunca ocultarle nada al otro no tiene cabida en las relaciones afectivas. “Yo digo no le cuentes todo a tu pareja. No hablo de infidelidad. No hablo de ocultar cosas que le hagan daño al otro, sino cosas que te reafirmen a ti en tu independencia, señala Riso en un video compartido en su canal de YouTube.

La transparencia absoluta, alerta Riso, es como perder intimidad y el respeto a uno mismo. Siempre y cuando no implique violar los derechos del otro. Además de que se traduce en sacar cosas afuera que no queremos sacar. “Hay lugares que son diseñados solo para uno, no todo es para dos”, insiste.

“No contar todo a tu pareja significa, básicamente, que hay un espacio de reserva personal en donde tú eres autónomo”, asegura el psicólogo. Y si el otro quiere entrar a esos espacios se convierte en una especie “policía de los pensamientos”. 

Más noticias en: https://www.elcomercio.com/ultima-hora/