Con el ‘pole fitness’ se logra fuerza muscular
Con el ‘pole fitness’ se logra fuerza muscular
Es un martes soleado en Quito y los estudiantes de pole dance comienzan a llegar a la academia Pole Art, ubicada al norte de la ciudad, cerca del estadio Olímpico Atahualpa, en la terraza de un edificio.
Una sala equipada para el deporte se encuentra en el onceavo piso. Adentro se ven siete tubos verticales distribuidos en la sala. Al acercarse un poco más hay dos espejos que recubren las paredes frontales y traseras de la academia. Antes de entrar, los alumnos se deben quitar los zapatos, pues este deporte se practica descalzo.
Preparando la sala y la rutina del día se encuentra el propietario e instructor de pole, Wilson Mejía, junto al maestro de baile, Jesús Gómez. Ellos ya están listos para la clase. Alistan su vestuario, Mejía lleva una camiseta negra y una pantaloneta para facilitar el movimiento y Gómez una pantaloneta azul.
Al poco tiempo, Jorge Trujillo y José Zapata llegan al lugar y se disponen a estirar y a cambiarse de ropa a algo más cómodo para practicar el baile. Ya todos equipados para entrenar toman un espacio en la sala y unos tapetes de yoga para estirar. Comienzan con movimientos en el piso.
Sentados colocan las piernas rectas y con la ayuda de los brazos estirados se tocan la punta de los pies. Tras unos minutos haciendo estos ejercicios se ubican en los tubos de la academia. Con el acompañamiento de Wilson empiezan a estirar la espalda en estos aparatos mientras controlan su respiración. Esta vez a la clase no han llegado todos los estudiantes, pues sus tiempos de trabajo y entrenamiento son diferentes.
Con el calentamiento listo para evitar lesiones hacen una demostración de sus habilidades gimnastas sobre el tubo. El escorpión, giros, colocarse de cabeza y subir al tope de la herramienta son los movimientos de fuerza y resistencia de los brazos, dedos de los pies y las piernas de estos deportistas.
Afuera de la sala, también se levanta una plataforma circular con un tubo plateado en la mitad. Los estudiantes y los instructores salen para aprovechar el sol y el aire libre en el entrenamiento.
El primero en demostrar sus destrezas es Wilson. Ha obtenido una gran facilidad para realizar los movimientos tras 11 años de experiencia. Puede resistir por varios minutos con la cabeza hacia abajo, las piernas en el aire y sostenido únicamente por sus brazos.
El siguiente es Jorge. Él muestra la fuerza de sus piernas en el tubo. Se engancha al instrumento solo con sus extremidades inferiores, mientras que las superiores forman líneas rectas al suspenderse en el aire. “Por mi experiencia en gimnasia olímpica desde niño, los movimientos de pole se me facilitan”, indica.
Llega el turno de José y Jesús que realizan piruetas que ponen en juego la elasticidad de sus columnas. Con mucha seguridad lanzan su cuerpo hacia atrás y forman un arco con sus piernas. “Algunos ejercicios tienen más dificultad que otros, todo es posible con la práctica diaria”, acota Gómez.
Al acabar cada ejercicio limpian el tubo y se ponen alcohol en las manos para un mejor agarre. La demostración exterior termina con una pirueta doble entre Jorge y José. Ambos agarrados del tubo con los brazos envían el resto de su cuerpo hacia arriba y abren sus piernas. Permanecen por algunos minutos en el aire. Ellos practican una hora al día.
Después de cada pirueta, toman un descanso, pues el contacto físico con la estructura del tubo genera enrojecimiento en la piel y obviamente cansancio como en otras disciplinas al mantener el peso corporal en una determinada extremidad.
Los entrenamientos se hacen tres veces por semana. Algunos son en la mañana y otros por la tarde. La academia cuenta con cinco estudiantes que practican el pole dance en sus variaciones dedicadas al trabajo de la musculatura y fortalecimiento de los huesos de brazos y piernas.
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