La diabetes es uno de los llamados males del siglo y causa muchos graves problemas que pueden causar la muerte del paciente.

La diabetes se caracteriza por afectar la manera en la que el organismo procesa la glucosa. Esta sustancia es vital porque es una fuente importante de energía para las células que forman los músculos y tejidos. También es el combustible principal del cerebro.

En el mundo hay alrededor de 415 millones de personas con diabetes, según la Federación Internacional de Diabetes, debido al acelerado aumento del sobrepeso, la obesidad y la inactividad física.

Existen dos tipos de diabetes. La tipo 2 es la más común y puede aparecer a cualquier edad. Está ligada al estilo de vida sedentario y a la mala nutrición. Por ello, es indispensable prestar atención a lo que comemos, no solo si ya tenemos algún síntoma de diabetes, sino siempre.

María Teresa Onetto, nutricionista del Departamento de Nutrición, Diabetes y Metabolismo de la Pontificia Universidad Católica de Chile, aconseja que “todas las personas deberían comer como las personas con diabetes, esto significa, tener horarios, comer en porciones, evitar grasas y azúcares”.

Incluso, si ya se tiene algún síntoma de prediabetes, como la hiperglucemia (niveles altos de azúcar en la sangre), si se sigue un tratamiento nutricional oportuno y se realiza ejercicio puede revertirse y curarse.

Los factores de riesgo principales para desarrollar esta condición son: sobrepeso y obesidad, sedentarismo, dietas alta en calorías, carbohidratos, azúcares, grasas saturadas y trans y aumento de la grasa visceral e hígado graso.

Eso significa que la nutrición es fundamental en el tratamiento de la prediabetes. La nutricionista mexicana Hania González Terrones recomienda no seguir dietas hipocalóricas o restrictivas que ayuden al paciente a perder el exceso de peso y grasa, porque estos provocan el llamado rebote.

Asimismo, se deben consumir carbohidratos ricos en fibra y que tengan bajas cantidades de azúcares. Los azúcares añadidos, las harinas blancas y las refinadas deben consumirse con moderación.

En cuanto a las grasas, se recomiendan las que tienen omega 9 (provenientes del aceite de oliva) y las grasas omega 3 (provenientes del pescado). También puede incluirse una cantidad moderada de grasas omega 6 (provenientes de aceites vegetales). Se deben evitar las grasas saturadas (de origen animal) y las grasas trans (alimentos fritos o empalizados).