Si bien durante los primeros años de vida se aplica la mayor cantidad de vacunas, los adultos no están exentos de la responsabilidad de proteger su salud de enfermedades potencialmente graves e incluso mortales.

“La investigación médica ha permitido desarrollar vacunas para enfermedades para las que no se tenía esta posibilidad de prevención”, destaca Jaime Olmedo, médico general.

Un ejemplo de ello es la vacuna contra el virus del papiloma humano (HPV). Esta inmunización es una de las más ‘jóvenes’ -fue aplicada por primera vez en el 2006-. Hoy se aplica a hombres y mujeres adultos así como a niñas y niños desde los 11 años de edad, con el fin de evitar algunos tipos de cáncer.

Hay enfermedades, como la influenza, contra las cuales se debe vacunar cada año para brindar una protección eficaz contra estos virus que mutan constantemente. Por ello, no basta una única dosis. Es necesario revacunar anualmente.

Pero el interés por prevenir ha disminuido. Una de las causas es el resurgimiento de movimientos antivacunas. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), estos grupos son una de las 10 amenazas a la salud global este año.

La vacuna contra el virus del papiloma humano es una de las herramientas más eficaces de prevención de cáncer. Se aplica en dos dosis para niños hasta 14 años y en tres dosis para jóvenes y adultos hasta los 45 años de edad.

La vacuna Tdap es un refuerzo contra la difteria, tétanos y tos ferina. Esta inmunización se aplica en la niñez, pero se recomienda recibir una nueva dosis cada 10 años para una mayor protección.

La vacuna contra la influenza protege contra los virus que provocan la enfermedad. Esta dolencia es responsable de hasta 650 000 muertes en todo el mundo.