Ecuador, un refugio de paz

2010-03-28 00:00:00

ECUADOR, UN REFUGIO DE PAZu00c2u00a0Miles de familias huyen de la violencia del conflicto colombiano y buscan reconstruir sus vidas en Ecuador.{loadposition ga_ecuador01}u00c2u00a0Desde hace una década, el número de colombianos que buscan refugio en nuestro país ha aumentado de manera considerable. A diferencia de los migrantes que se desplazan hacia otros países por motivos económicos o de otra índole, los refugiados han sido forzados a abandonar sus lugares de origen porque han visto su integridad y la de sus familias en peligro y necesitan protección internacional. En el país que los acoge viven situaciones difíciles. El desarraigo, la ausencia de una red de apoyo conformada por sus familiares y amigos o el ser desconocidos en una cultura distinta, les vuelve más vulnerables; sin embargo, el refugio les garantiza sus derechos. En este contexto, Esmeraldas, por ser una provincia costera y fronteriza con Colombia, así como por los vínculos históricos que ha mantenido con las regiones cercanas del país vecino, presenta una alta concentración de desplazados; en especial en los cantones de San Lorenzo, Eloy Alfaro y Esmeraldas. Allí, muchas familias se debaten entre la esperanza de un futuro seguro y la nostalgia por el hogar que dejaron atrás. Conozca algunas historias. En espera del refugio Álvaro, su esposa María y su hija Sonia abandonaron la casa que tanto esfuerzo les tomó adquirir, en Cartago Valle, Colombia, y llegaron a Esmeraldas el 21 de septiembre del 2009. Allí se reencontraron con Mario, el esposo de Sonia, quien había llegado meses antes huyendo de las amenazas contra su vida. Todo comenzó cuando unos conocidos de su barrio en Cali, que pertenecían a un grupo irregular armado, le pidieron que demostrara su fidelidad a través de un favor. Él se negó y por eso fue perseguido. Si te matamos en una esquina, date por bien servido, le dijeron, asegurando que lo buscarían para hacerlo desaparecer. Se mudó entonces a donde vivía su esposa, hasta que lo encontraron. Sin pensarlo dos veces viajó al Ecuador para obtener protección. Sin embargo, esa realidad no se concreta, ya que hasta el momento su visa de refugiado se mantiene en trámite. Sonia decidió acompañar a su esposo y se desplazó junto a sus padres, ella no quería dejarlos solos. Además, al pesar una amenaza sobre Mario, esta pende también sobre el resto de su familia, pues podían amedrentarlos como una forma de venganza. En Esmeraldas, los suegros de Mario han tenido que acomodarse en un departamento pequeño. A ellos les pesa tener que recomenzar de cero en un país extraño, cuando su vida entera había transcurrido en su casa, junto a sus amigos y familiares. Pero no tienen alternativa. Como solicitantes de refugio, recibieron ayuda para pagar los primeros meses de arriendo. Además, María y Sonia accedieron a una ayuda económica de la Sociedad Hebrea de Ayuda a los Refugiados y Migrantes (HIAS), una de las agencias socias del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los refugiados (Acnur). Con USD 200, madera y herramientas iniciaron un pequeño taller donde elaboran distintos artículos decorativos. Álvaro ha aprendido a lijar y pulir. Su hija se dedica a dar vida a los cofres, percheros, autorretratos, pintándolos de diferentes colores. Su sueño, además de conseguir la visa de refugiados para gozar de los derechos civiles y obtener protección, es tener un local donde vender sus manualidades. Una casa segura para todos Desde el barrio esmeraldeño Vista al Mar, el paisaje es alucinante. Sacudiéndonos de la lluvia entramos a la casita de madera donde viven Raquel, su marido Carlos y sus ocho hijos. La vivienda apenas se mantiene en pie, el piso es casi un cernidero, el invierno ha empeorado el estado de los maderos y la tierra se afloja junto al desbarrancadero. Cuidado, no pise allí, grita Raquel. Con sus grandes ojos negros debe vigilar a sus pequeños, la mayor tiene 13 y el último, 1 año. El espacio en el interior es muy reducido. En dos colchones duermen todos. En una esquina está apiñada una estufa y algunos de los alimentos de la ración alimenticia que reciben. Como muchos en ese sector, no tienen agua y se encuentran buscando una nueva casa que esté en mejores condiciones. Su situación económica es muy limitada. Carlos continúa dedicándose a la pesca, como hacía en Colombia, sin embargo solo le pagan si consigue pescar algo. Su esposa no trabaja, ya que cuida de sus hijos. Hace un año ingresaron al Ecuador por San Lorenzo. En Tumaco, de donde provienen, mientras pescaba Carlos vio cómo miembros de un grupo armado asesinaban a un hombre. Le dijeron que desaparezca, antes de que lo maten. Entonces huyeron. Raquel acudió a la Catedral para pedir ayuda, allí le explicaron que los organismos internacionales podían darles asistencia. Recibieron un kit de emergencia con los implementos básicos para que se instalaran. Además, a todos los solicitantes de refugio se les brinda apoyo social y psicológico a través de diversas dinámicas. El refugio también les concede los derechos de educación y salud, por lo que las escuelas y colegios deben acogerlos. Por ejemplo, los hijos mayores de Raquel van a clases, y los más pequeños se alistan para asistir a la guardería.En convivencia, sanan las heridas Diferentes organizaciones internacionales asociadas a Acnur trabajan para facilitar la integración de quienes solicitan refugio o son refugiados, a través de proyectos de desarrollo, asistencia humanitaria, así como programas de acompañamiento psicosocial y ocupacional. Por ejemplo, en la oficina de HIAS, en el sector de Las Palmas en Esmeraldas, se reúne un grupo de refugiadas cada 15 días. En Same hay un taller de ebanistería creado con el apoyo de organizaciones internacionales socias de Acnur, como HIAS y la Agencia Italiana de Cooperación (Coopi), que financian las iniciativas y equipan los talleres con maquinaria. Allí se fabrican dormitorios, comedores y muebles bajo pedido. Esta empresa no solo ha dado trabajo a refugiados colombianos sino que incluso se ha convertido en una fuente de empleo para ecuatorianos.

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