Roberto Manrique: sobre las tablas del Ecuador

2010-03-28 00:00:00
Natalia Rivas

ROBERTO MANRIQUE: SOBRE LAS TABLAS DEL ECUADORu00c2u00a0Roberto Manrique habla sobre el proyecto que lo trajo de vuelta temporalmente a Ecuador.El frío de la mañana quiteña aún no se ha despegado del cuerpo; invocamos al café tinto para ahuyentar la pereza, mientras iniciamos la conversación. Un sombrero gris abriga la cabeza del actor Roberto Manrique, dando a sus ojos rasgados una profundidad mayor. Los sombreros son uno de sus accesorios favoritos, de hecho, tiene toda una colección y últimamente no se los quita por nada del mundo. Roberto ha retornado al Ecuador, esta vez no viene de vacaciones ni tampoco para quedarse de forma definitiva; su estadía temporal se debe a una necesidad imperiosa: regresar a las tablas teatrales. Tras tres años y medio de actuar en televisión, con cuatro telenovelas consecutivas, tuvo que mover muchos hilos y pedir una licencia de tres meses a Telemundo para recrear en nuestro país la afamada obra teatral del estadounidense Tennessee Williams, u00c2La gata sobre el tejado de zinc caliente', que le mereció el Premio Pullitzer. Hace un par de años, Jaime Tamariz, director de este proyecto escénico y a quien conoció en sus años de universidad, le propuso encarnar al atormentado protagonista de la obra. Pese al ritmo frenético de su carrera en la pantalla internacional, el sí fue rotundo. Si te proponen montar una obra como esta, no puedes decir que no, asegura Manrique. La obra devela a una parte de la sociedad, las familias adineradas y la forma en que las relaciones se llevan en su interior, los juegos de manipulación, los afectos, y los intereses que se mueven bajo las turbias aguas de la opulencia. El arte es un espejo que nos refleja y nos cuestiona; y u00c2La gata...' tiene un subtexto increíble sobre las relaciones humanas y cómo lidiamos con los conflictos, explica. Este es el reto más grande de su vida como actor. En las tablas, Roberto debe interpretar a Víctor (en el texto original su nombre es Brick), un joven que ha abandonado la batalla y se refugia en el alcohol, mientras su matrimonio con Maggie y su vida se derrumban. Allí radica el reto: Manrique debe dejar la luminosidad, su personalidad energética y la sonrisa habituales, para trepidar por los senderos más oscuros de la naturaleza humana. Con otros personajes he llegado a niveles de tristeza y oscuridad terribles, pero Víctor me lleva aún más allá, confiesa el actor guayaquileño. El teatro le permite a Roberto volver a contactarse con aquello que no le da la TV: la desnudez del alma. Frente al público, uno no tiene dónde esconderse. Estás desnudo y la verdad escénica es una cosa tan mágica que realmente vale la pena todo lo que tenga que hacer para montar esta obra, dice Roberto, con un acento costeño que no ha mudado a pesar de vivir hace cinco años en Bogotá, Colombia. Para él, la actuación ha sido una terapia, en la que tanto jugar a ser otros, con diversos nombres y emociones, le ha llevado por fin hacia sí mismo. Cada personaje me obliga a mirarme hacia dentro, y en determinado momento descubrí que allí había todo un universo que sanar y dejar salir. La actuación me puso en contacto con todas mis emociones, reflexiona el artista que años atrás se perfilaba con un gran empresario en el área de la publicidad y el diseño, hasta que un día se dio cuenta que eso no era lo suyo y decidió abandonar las comodidades para seguir sus sueños. Sin embargo, ahora regresa con una cosecha de triunfos, para alimentar la escena teatral ecuatoriana y seguir reinventándose.

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