María del Carmen Albuja vive con amor, aceptación y alegría

Acaba de publicar un libro de memorias en donde recoge los pasajes más destacados de su vida. Con sus letras busca ser luz y ejemplo para otras personas.
Es conocida por su aporte a la cultura de Quito. Escribió antes un libro de poesía y su nuevo proyecto es una fundación para promover las artes. Foto: Patricio Terán/FAMILIA

Es conocida por su aporte a la cultura de Quito. Escribió antes un libro de poesía y su nuevo proyecto es una fundación para promover las artes. Foto: Patricio Terán/FAMILIA

28 de noviembre de 2022 08:00
Gabriela Balarezo

Debajo de la “lámpara maravillosa”, la más potente de toda la estancia, está sentada María del Carmen Albuja, a sus casi 87 años. La protagonista de la noche luce un traje púrpura brillante. La acompañan casi un centenar de amigos y familiares, que ocupan todo el salón principal de la “Casa Grande de la 18 de Septiembre”, la de las puertas siempre abiertas.

Esa noche de sábado, María del Carmen está cumpliendo un sueño más. Un objetivo que se venía fraguando en su mente durante años, se materializó hace pocos meses, en forma de un libro. La obra de su vida, la que encapsula sus memorias y su legado.

En ‘La niña del sillón de mimbre’ -según su editora, Marialuz Albuja- el lector se encontrará con las vivencias y será testigo de los caminos que llevaron a la autora a alcanzar éxitos en diferentes áreas.

Para la mujer, a la cabeza de la familia Guarderas-Albuja, el libro es una forma de llevar luz a otras personas. “Quiero que mi historia sirva de inspiración y ejemplo para los demás”, exclama sentada en su sillón de mimbre, a imagen del que tenía de pequeña y que da título a su obra, en su casa en el norte de Quito. Uno de los mensajes que quiere transmitir es que se puede vivir la vejez con sabiduría.

La edad no es ni ha sido un inconveniente para ella. Sigue involucrada en los negocios familiares (de agricultura y ganadería) y solo tuvo tiempo para poner en papel sus memorias cuando una de sus hijas tomó el relevo hace algunos meses.

Entonces empezó la ‘aventura’. Durante dos meses, en “horario escolar” se dedicaba a ordenar sus pensamientos y escribir hasta durante cinco horas diarias. Se sentaba en la mesa del comedor -repleta de papeles, escritos, recortes, cartas- y daba forma al libro.

Sus cinco hijos se criaron en el campo, en las afueras de la ciudad. Foto: Cortesía Familia Guarderas Albuja

Sus cinco hijos se criaron en el campo, en las afueras de la ciudad. Foto: Cortesía Familia Guarderas Albuja

La obra, dividida en tres partes, se entreteje a través de los que María del Carmen dice son los nueve pilares en su vida. Los primeros tres, aceptación, amor y alegría (“las tres A”) que le ayudaron a sobrellevar el alzhéimer que aquejó a su esposo, Raúl Guarderas, durante 14 años hasta su fallecimiento.

El segundo capítulo (ser, crecer y florecer) corresponde a su infancia, cómo fue creciendo su familia y la historia de la “Casa Grande” que fue primero de su padre y luego fue suya. En la tercera parte (activa, presente y vigente) relata el renacer de su vida amorsa, junto a Germán Hidalgo, después de la muerte de su querido Raúl.
“Siempre he estado abierta al amor y al disfrute. Tal vez por eso no tardó en llegar la persona adecuada”, se lee en su autobiografía.

María del Carmen es una mujer “fuerte como una orquídea”, con una memoria prodigiosa y capaz de organizar una ópera en la sala de su propia casa. Desde temprana edad ha roto paradigmas y ese es el hilo conductor de su obra. No en vano se titula ‘La niña del sillón de mimbre’. Ese pequeño sillón que compró junto a su padre, José Ignacio Albuja (su referente máximo), a unos artesanos representan su ímpetu por romper muros.

No había cumplido los 4 años cuando se le ocurrió que para entrar al salón vedado a los niños, en donde su papá se reunía con otros adultos a conversar, necesitaba un asiento de su tamaño. Por eso hizo que su padre le comprará un pequeño sillón de mimbre. Así, en la siguiente reunión entró en el salón con su silla especial, saludó y se sentó para conversar con los adultos y preguntar. Este es un recuerdo que mantiene vivo y fresco en su memoria y que causó mucha gracia a los allegados de su padre.

El relato, como su vida, está plagado de símbolos. La “lámpara maravillosa”, la que le enamoró cuando conoció la mansión de la 18 de Septiembre y la misma Casa Grande que acoge en el traspatio, como creciendo en un jardín, “el arupo con butacas” que es el Patio de Comedias (al mando de su hija Juana Guarderas). 

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