Las fotos de Chediak proponen cuidar al planeta

La fotógrafa ecuatoriana Anamaria Chediak acaba de inaugurar su última exposición. Una serie en la que retrata la
‘reconquista’ de la naturaleza.
Anamaria Betancourt en su estudio en Quito. En el que guarda una amplificadora y cámaras antiguas como una suerte de museo. Foto: Julio Estrella/FAMILIA

Anamaria Chediak en su estudio en Quito. En el que guarda una amplificadora y cámaras antiguas como una suerte de museo. Foto: Julio Estrella/FAMILIA

11 de julio de 2022 07:33
Gabriela Balarezo

Cuando Anamaria Chediak está detrás de la cámara y acerca su ojo al visor para ver a través del lente nada más existe a su alrededor. Solo lo que enfoca. Dice que siente “que se le va el audio”. Que todo se paraliza y que reina el silencio. Es que hacer fotos es, de alguna manera, su forma de meditar.

Acaba de regresar de un viaje al Polo Norte. Allí pudo cumplir un sueño de vida: fotografiar osos polares en su entorno natural. Recuerda que alguna vez cuando fue a un zoológico, cuando sus hijos eran pequeños y vio uno en cautiverio, en su jaula de cristal, se prometió que los vería en vivo y en directo; y que, con cámara en mano, capturaría esas escenas para la posteridad.

Desde 1993 que se dedica de lleno a la fotografía, tras especializarse en este campo en Madrid. A lo largo de su carrera ha combinado tanto proyectos artísticos como editoriales. Ha publicado cinco libros y colaborado con otros dos y acumula una larga lista de reconocimientos. Uno de los últimos el LensCulture Art Photography Awards que obtuvo este año.

El afán por retratar la vida animal y la esencia de diversas culturas la han llevado por al menos 63 países. El último de sus viajes fue en abril y mayo cuando fotografió osos polares. Chediak era la única fotógrafa mujer entre los siete que se embarcaron.

Cuando habla de la expedición desde su estudio en Quito revive con emoción auténtica cada detalle. La llegada a Noruega y el vuelo de cuatro horas desde allí hacia el norte. El navegar en un rompehielos y los peligros que implica. Las dos tormentas a las que se enfrentaron. El seguir durante 40 kilómetros a un macho gigantesco y “guapísimo” que incluso les permitió fotografiarlo mientras se bañaba... “Un espectáculo”, en palabras de la fotógrafa.

La fotógrafa acaba de inaugura una exposición, que tiene como hilo conductor el desierto, en la Galería N24, en Quito. Foto: Cortesía

La fotógrafa acaba de inaugura una exposición, que tiene como hilo conductor el desierto, en la Galería N24, en Quito. Foto: Cortesía

Aún con la aventura que vivió fresca en su mente al retornar a Ecuador, Chediak se embarcó en otra andanza, pero de un carácter diferente. El miércoles 6 de julio pasado inauguró su exposición ‘Memorias a través de las líquidas olas del desierto’. Una serie, parte de un proyecto más grande que busca retratar cómo la naturaleza ha vuelto a apropiarse de territorios ‘urbanos’.

“Mi exposición sigue hablando de la naturaleza”, explica la fotógrafa. Muestra espacios abandonados engullidos por el desierto. Ese es el eje principal e hilo conductor de las imágenes que se exponen en N24 Galería. Dice que no hace énfasis del lugar en el que hizo las fotos, porque en realidad no es lo que más importa. Se limita a contar que el escenario es un caserío o pequeño pueblo minero olvidado en algún rincón de África. “Esto puede pasar en cualquier desierto independientemente de la geografía”, recuerda.

Lo que Chediak quiere representar a través de sus imágenes es cómo el desierto –la naturaleza– está retomando esos territorios que un día fueron suyos. Que el hombre conquistó “para imponer su cemento, sus estructuras”. Así en las imágenes que conforman su exposición se observa cómo las dunas ‘entran’ en las casas a recobrar lo que siempre fue suyo.

Si la fotografía no tiene un para qué profundo y una motivación no tiene el mismo sentido y compromiso”, dice Chediak. Foto: Cortesía

Si la fotografía no tiene un para qué profundo y una motivación no tiene el mismo sentido y compromiso”, dice Chediak. Foto: Cortesía

En toda la exposición hay solo una imagen diferente. Es la de un teatro abandonado rodeado de vegetación. “Donde era el escenario y los balcones salen árboles y palmeras”, detalla. Con ese eje en mente, de la naturaleza volviendo a tomar lo que siempre fue suyo, ha hecho fotos en Guatemala, Cuba, Cambodia, Islandia, entre otros.

Asimismo, destaca que estas fotografías son, en el plano técnico, “las más desafiantes que ha creado”. “Cada una de ellas está compuesta por más de una docena de imágenes, diferentes tomas entrelazadas lenta y minuciosamente”. Un proceso que recuerda a cómo funciona nuestra memoria.

En un mismo año, Chediak va del frío del Ártico al calor del desierto. Contrarios que se atraen. “Parecen ser opuestos, pero, en el fondo, no lo son”, confiesa. Todo lo que hace –todo lo que capta con su cámara– responde a la misma inquietud: poner en foco al medio ambiente y los efectos del cambio climático. Una búsqueda constante a través de la naturaleza y la vida salvaje. Su cámara es la herramienta que usa para concienciar al respecto.

Hay una afectación en todo lugar por donde tú vas. En todos los países hay una afectación brutal”, advierta Chediak. Foto: Cortesía

Hay una afectación en todo lugar por donde tú vas. En todos los países hay una afectación brutal”, advierta Chediak. Foto: Cortesía

En un mapamundi que le regaló una amiga y que tiene en su estudio, Chediak tiene marcados con alfileres todos los países que ha visitado. Porque ha recorrido casi medio mundo la fotógrafa ha podido ser testigo (y retratar también) de los efectos del cambio climático.

“La afectación es global”, dice. Es algo que conocemos pero de lo que no somos verdaderamente consciente. Ella ha ido recopilando estos indicios en sus fotos. Cuando fue a Uganda y Ruanda a fotografiar gorilas y pudo ver con sus propios ojos la devastación del entorno en el que habitan estas criaturas. Hace algunos meses, en el Polo Norte, cuando captó a una osa polar y su cría devorando un reno. Una acción desesperada ya que se conoce que esta especie caza únicamente focas.

No hay que ir demasiado lejos para ver los efectos del calentamiento global, porque también ha recorrido minuciosamente el entorno natural de su país de origen. “Me he caminado las montañas de Ecuador toda la vida. Eso sí, no soy de cumbres”, señala. Pone como ejemplo al Chimborazo cuyos glaciares han ido decreciendo con el paso del tiempo. “Es una tristeza”, lamenta la fotógrafa.

Retratar la reconquista de la naturaleza es el objetivo de la serie fotográfica que se expone. Foto: Cortesía

Retratar la reconquista de la naturaleza es el objetivo de la serie fotográfica que se expone. Foto: Cortesía

Cuenta Chediak que cuando viaja se lleva las fotos que ha hecho en Ecuador (su libro sobre Galápagos) y al regresar trae consigo las imágenes que hizo en tierras lejanas. Hace esta suerte de intercambio para (de) mostrar que en todo el mundo está pasando lo mismo.

Aunque la fotografía no es algo que le interesó desde muy pequeña (cuando era niña le gustaba más escribir) llegó a su vida como una herramienta para expresarse. Para sacar e impregnar sus creaciones con esa sensibilidad que dice que la caracteriza. Sus padres le regalaron su primera cámara y solo cuando estuvo en la universidad empezó a tomar en serio el oficio.

Con casi 30 años de trayectoria en el mundo fotográfico no ha perdido la inquietud ni la curiosidad. Quiere seguir aprendiendo y sacar todo lo que lleva dentro.

Retratar la reconquista de la naturaleza es el objetivo de la serie fotográfica que se expone. Foto: Cortesíaa

Retratar la reconquista de la naturaleza es el objetivo de la serie fotográfica que se expone. Foto: Cortesía

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