Paola tenía 16 años cuando se suicidó. La causa, según el proceso que reposa en la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH), fue la incapacidad para soportar el abuso sexual que sufrió por parte del entonces vicerrector del colegio donde estudiaba en Guayaquil. Estos abusos comenzaron cuatro años antes y nadie hizo nada por ayudarla.

En diciembre del 2002, Paola ingirió 11 diablillos (fósforo blanco), se puso su uniforme y se fue a clases. La chica falleció en la madrugada del día siguiente, luego de sufrir un dolor indescriptible.

El proceso judicial posterior nunca concluyó porque el acusado huyó. Motivo por el que ahora la Corte IDH analiza el caso, luego de que la Comisión Interamericana de DD.HH. (CIDH) determinara que hay responsabilidad del Estado en la denegación de justicia.
Casos similares se han producido en el país sin que exista una reacción temprana para evitar los suicidios de los adolescentes. De hecho, en el 2006 hubo 132 suicidios y en el 2016, 192. De ellos, 83 fueron cometidos por mujeres.

Esto ha provocado que el suicidio se convierta en la primera causa de mortalidad de los adolescentes en el país. A escala mundial, esta es la segunda causa de defunciones.
Según el informe Situación de la niñez y adolescencia en Ecuador, realizado por Unicef, Care, ChildFund, World Vision, Plan Ecuador y el Observatorio Social del Ecuador, la tasa de suicidio en los chicos de 12 a 17 años pasó de 8 por cada 100 000 habitantes en el 2010 a 10, en el 2016.

Esto significa que cada vez hay más chicos que toman la opción del suicidio para solventar su dolor emocional. El Dr. Blaise Aguirre, profesor asistente de Medicina en Psiquiatría de la Universidad de Harvard, Estados Unidos, señala que existen algunas causas que llevan a un chico a cometer un suicidio y que en la mayoría de ocasiones se lo puede prevenir si se toman las medidas correctas o se evalúa correctamente la situación en casa.

A su criterio, el principal problema está en la incapacidad de los chicos de la generación actual de asumir el fracaso y los tropiezos de la vida diaria. “Ahora los padres, por tratar de ayudar a sus hijos y buscar que sean exitosos les resuelven la vida. Hacen todo por ellos y los chicos han perdido sus habilidades para afrontar los conflictos”, puntualizó Aguirre en entrevista con FAMILIA.

A esto, se suman las nuevas formas de socialización, mediante las redes: WhatsApp, Facebook o Instagram. Nuestro cerebro, de acuerdo con el especialista, fue creado para analizar los comportamientos de los demás, las miradas, los gestos, los tonos de voz y las modulaciones al hablar. Pero al no tener al interlocutor al frente, se ha perdido la capacidad de interpretar las emociones y de procesarlas correctamente.

“Un caso que atendimos en la Clínica fue el de una chica que quiso suicidarse porque la exnovia de su pareja le había dado un ‘like’ a una foto suya en Instagram. Otra, que su novio había terminado la relación por WhastApp y no sabía cómo afrontarlo”, explicó Aguirre.

Quizás estos temas, para muchos padres puedan resultar intrascendentes, pero para los adolescentes marcan un punto de inflexión, porque de repente se encuentran en una situación que nunca han experimentado: rechazo y cero habilidades para afrontarlo. “Esto es la tormenta perfecta, que puede desencadenar una profunda depresión”, aclaró el médico.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que los problemas de salud mental, con la depresión a la cabeza, son los detonantes de los intentos de suicidio. “Entre los factores de riesgo a nivel individual cabe mencionar intentos de suicidio previos, trastornos mentales, consumo nocivo de alcohol, pérdidas financieras, dolores crónicos y antecedentes familiares de suicidio”.

A escala mundial son más los hombres que se suicidan. Pero, según Aguirre, esta tendencia podría cambiar porque ha existido un repunte exponencial del suicidio en las chicas de 15 a 24 años.

Asimismo, los padres deben estar alertas si ven cambios en el comportamiento de sus hijos relacionados al aislamiento, a la falta de motivación en las cosas que antes les parecían interesantes o divertidas. Pero sobre todo, deben estar pendientes si sus formas de relacionarse se modifican.