Los hijos heredan los traumas de sus padres

En algunos casos, las heridas emocionales que los progenitores arrastran de su infancia pueden afectar a la dinámica familiar. Funcionan como un círculo vicioso.
El primer paso para solucionar esas heridas emocionales es ser conscientes de que son un problema y están afectando la relación familiar. Está bien pedir ayuda. Foto: Freepik

El primer paso para solucionar esas heridas emocionales es ser conscientes de que son un problema y están afectando la relación familiar. Está bien pedir ayuda. Foto: Freepik

24 de octubre de 2022 08:05
Gabriela Balarezo

En la crianza de los hijos interviene un gran abanico de factores. Ya sean positivos o negativos, conscientes o inconscientes. “Criar a un niño es una tarea en la que se reactiva la historia de cuidados del adulto”, explica Carlos Pitillas Salvá en su libro ‘El daño que se hereda’. Es decir que las falencias (no tratadas) que los padres tuvieron en su infancia puedan afectar también a su descendencia.

Pitillas, doctor en Psicología, insiste en que “en los padres que provienen de entornos negligentes, agresivos, excesivamente exigentes o descuidados, las heridas emocionales del pasado pueden interferir poderosamente con sus capacidades actuales para criar con seguridad”.

Las heridas emocionales no resueltas pueden manifestarse y afectar a los hijos de diferentes formas. Todo depende del tipo de trauma, de su gravedad y de cómo los progenitores han sabido o no lidiar con esas situaciones del pasado.

La psicóloga Claudia Quevedo, especializada en crianza respetuosa y consciente, explica que hay cierto porcentaje de padres que tuvieron problemas en su crianza -en los casos más extremos situaciones de violencia y traumáticas- que actúan con resiliencia y se esfuerzan para no repetir el patrón con sus hijos. Es decir, que generan aquello que no recibieron de sus progenitores durante su infancia.

En contraparte, precisa Quevedo, están también aquellos padres que heredan sus daños emocionales a sus descendientes. Es lo que menciona Pitillas en su libro: “Los adultos traumatizados pueden transmitir aspectos de su dolor no resulto al niño”. Se genera, de esta forma, un círculo vicioso de inseguridad y trauma.

Cuenta la experta que en consulta recibe a muchos pacientes con un tipo de herida en particular. Le llegan casos de parejas que se separan y en la que uno de los padres vivió una situación similar durante su niñez. La psicóloga especifica que cuando el progenitor fue testigo de ese divorcio sin mayores explicaciones y creyendo que tiene cierta culpa, es probable que si en su adultez se enfrenta a un tipo de abandono parecido (una separación), por su trauma, no pueda brindar a sus hijos contención ni empatía y tampoco acompañamiento.

Existen, según Quevedo, también “microheridas”. Se trata de comportamientos casi inconscientes que los padres tienen con sus hijos, como burlas, menosprecios, críticas repetidas. Estas “microheridas” son signos de la inseguridad de los progenitores y generan también malestar en sus hijos. Lo que proponen ambos especialistas es trabajar esos vacíos emocionales a través de procesos terapéuticos . 


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