Fijarse metas sube la autoestima
Fijarse metas sube la autoestima
Hay personas que hacen una evaluación de lo que han vivido en el año cuando este termina.
Es un ejercicio más que todo mental para ver si cumplieron los propósitos que se plantearon al inicio de enero y para pensar en nuevos retos para los meses venideros. Lo que quedó pendiente puede agregarse a la ‘lista’, y retomarlo quizás con nuevas estrategias.
Aunque este análisis es más frecuente en adultos, los niños también pueden sumarse y, de hecho, puede ser una conducta saludable para ellos si se orienta de manera adecuada, explica la terapeuta familiar Katy Pacheco.
Como lo habitual es hacer un balance al final de un ciclo, la práctica de fijarse desafíos se acostumbra en los últimos días de diciembre o los primeros de enero; sin embargo, no se ata a estas fechas, depende de cada persona y de sus circunstancias.
Una meta es un resultado o un fin hacia el cual se dirigen nuestras acciones. Según Pacheco, debe reunir ciertas características, como ser específica, medible, alcanzable, retadora y temporizable. Para un niño, esto puede sonar complejo, pero ahí vendrá la ayuda de la familia para definir estos conceptos de manera creativa.
La psicopedagoga María José Roldán, en la revista de variedades Vix, explica que enseñar a los niños a que se fijen metas y trabajen para cumplirlas eleva su autoestima y mejorar desde la salud física hasta la emocional. Incluso cuando llegue a la adultez, esta conducta influirá en su desarrollo personal y profesional.
Es necesario explicar a los niños que una meta se plantea a partir de sus intereses, gustos y pasiones. Lo fundamental es que sepa para qué le servirá y ayudarlos a visualizar cómo se van a sentir cuando cumplan su objetivo.
Hay que ayudarlos a buscar un reto que estimule su capacidad de disfrutar. Para eso, no hay nada mejor que el desarrollo de un ‘hobby’ en el ámbito artístico, educativo o deportivo. Lo importante es que sea de su agrado y que lo desconecte, en la medida de lo posible, de sus actividades formales.
Una vez establecido el desafío, es importante que los adultos le den seguimiento. Debe haber diálogo y motivación. Toda ayuda por parte de los padres es bienvenida. De este modo se logrará una experiencia estimulante y que al cumplir las metas será un motivo de unión familiar.
También es importante esta práctica para los pequeños, porque se encuentran en una etapa de formación en la que se preparan y habitúan para un comportamiento que será común en la etapa adulta. Definir y trabajar para cumplir metas es algo a lo que deben habituarse, porque les ayuda a aprender de las experiencias diarias.
Sin embargo, no hace falta darles una explicación de cómo debe funcionar la vida ni cómo deben vivirla. Ellos tomarán lo que observan y lo adaptarán a sus propias experiencias. Por esa razón, si miran que sus padres se proponen metas y trabajan en consecuencia con ellas, celebran sus triunfos y aprenden de sus
fracasos, se desafían y se motivan, los hijos lo harán como un efecto reflejo, explica la terapeuta familiar.
Cuando se habla de retos, también hay que dar cabida a otro escenario: puede ser que no se obtengan los resultados esperados. Tanto en los aciertos como en los errores, el mayor beneficio es el aprendizaje. Cada lección obtenida durante el camino es lo que importa. No solo los resultados deben lograr nuestras felicitaciones sino el esfuerzo realizado. Es totalmente válido equivocarse y empezar de nuevo.
Tampoco es conveniente con los niños calificar los errores como fracasos, ya que la palabra encierra una connotación demasiado negativa para el menor. Es posible hablar simplemente de resultados no obtenidos, para no afectar a su autoestima. En el caso de un propósito hay que empatizar con él, resaltar sus puntos fuertes y enseñarle a levantarse, señalan los especialistas. F
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