Los chantajes ponen en duda el amor de los padres

Puede ser tentador usar este ‘recurso’, porque su efecto es inmediato. Con el tiempo, produce que los niños crean que siempre deben ser premiados.
Durante un tiempo, el chantaje funciona en el día a día, pero a largo plazo deja de ser efectivo. Después cambian los roles y los niños empiezan a chantajear a sus cuidadores. Foto: Freepik

Durante un tiempo, el chantaje funciona en el día a día, pero a largo plazo deja de ser efectivo. Después cambian los roles y los niños empiezan a chantajear a sus cuidadores. Foto: Freepik

27 de febrero de 2023 08:00
Gabriela Balarezo

La crianza de los hijos es un camino complicado, con obstácu­los y bifurcaciones. Sobre todo, cuando hay un esfuerzo por parte de los cuidadores para hacerlo desde un enfoque consciente y positivo.

Hay un recurso que todavía es muy popular y habitual, al punto que se emplea incluso en los centros infantiles. Se trata del chantaje y en momentos de crisis, apuros o desesperación se convierte en el “as bajo la manga” para los adultos que tienen niños a su cuidado.

Aunque funciona de forma inmediata, a la larga puede tener consecuencias que no benefician al desarrollo emocional del pequeño. Claudia Mesa, ‘coach’ de padres, explica que educar a un niño con chantajes se refiera a querer que hagan lo que quieres a cambio de premios, que pueden ser materiales o que cubren necesidades de atención y de amor.

Círculos viciosos

De hecho, la gran mayoría de adultos, que son padres ahora, crecieron con estas premisas. El chantaje se esconde en frases aparentemente inocentes, como “si te portas bien, te doy un caramelo” o “solo si recoges tus juguetes, juego contigo”.

El problema de usar este mal llamado ‘recurso’ es que con el tiempo puede jugar en contra de los adultos. Queda claro que la intención siempre es buena, ya que todos los padres quieren lo mejor para sus hijos y actúan en consecuencia. “Llegará un momento en que los premios se convertirán en hábitos que a la larga no les beneficiarán”, advierte la ‘coach’.

Otra cuestión que hay que considerar, según la ‘coach’ parental Mila Jarrín, es que el chantaje va de la mano con las amenazas. Estas últimas implican educar a partir del miedo.

Contradicciones

Al usarlos en el día a día y de forma recurrente, los hijos aprenden a comportarse, pero siempre a cambio de recibir algo. En cualquiera de los casos es contraproducente, por el mensaje contradictorio que enviamos: que los premian por hacer algo que es su responsabilidad (que sí o sí deben hacerlo) o que se les obliga a hacer algo que deberían hacer (aunque no quieran) desde la perspectiva adulta.

Dice Jarrín que es muy común ver que se aplica el chantaje a la hora de comer. Por ejemplo, cuando se usa el postre como premio por acabarse todos los alimentos que están en el plato. En este contexto, la consecuencia es que se fomenta que los niños se desconecten de su cuerpo y sus necesidades.

En lugar de condicionar los buenos comportamientos a cambio de recibir cariños, dulces o premios, los padres deben reconocer los avances que hacen sus hijos sin dar nada a cambio. Foto: Freepik

En lugar de condicionar los buenos comportamientos a cambio de recibir cariños, dulces o premios, los padres deben reconocer los avances que hacen sus hijos sin dar nada a cambio. Foto: Freepik

“Ellos son muy sabios y saben bien cuánto deben comer”, explica la experta. El dejar de escuchar a sus cuerpos, sumado a la ansiedad, puede en un futuro desencadenar desórdenes alimenticios.

Tanto el chantaje como la amenaza van dejando secuelas en el interior del niño. Con el tiempo empiezan a cumplir las tareas para validar a sus cuidadores. “Ya no hacen lo que ellos quieren y sienten, sino lo que las otras personas quieren”, detalla Jarrín. Así, se desconectan de sus necesidades y adquieren una personalidad complaciente.

En la edad adulta esto se refleja de diferentes formas. Mesa cree que por esa razón muchas personas al crecer son infelices, porque “piensan que para tener amor tienen que sacrificarse y aguantar situaciones que no desean”.

Alternativas

Amor incondicional. A los niños siempre debe quedarles claro que el amor de los padres no tiene condiciones. Por esta razón, Mesa explica que no es adecuado amenazar o emplear la ausencia de afecto como castigo o como premio por realizar algo.

Consecuencias. Lo más recomendable es explicarles a los niños las causas lógicas y naturales de sus acciones, sugiere Jarrín. También es útil ofrecerles alternativas: si no quiere ponerse los zapatos, darle la opción de ponerse en el carro, camino a la escuela.

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