Que el niño no sea el tercero en discordia

La llegada de los hijos obliga a la pareja a adaptarse. Entender que la demanda de atención es una etapa del desarrollo es el primer paso para evitar crisis.
Las madres suelen ser las más afectadas durante las épocas de alta demanda o atención de los hijos, lo que les genera agotamiento. Foto: Pexels

Las madres suelen ser las más afectadas durante las épocas de alta demanda o atención de los hijos, lo que les genera agotamiento. Foto: Pexels

30 de enero de 2023 08:05
Gabriela Balarezo

La llegada de un hijo causa un giro de 360 grados en la vida en pareja. Y la situación se vuelve todavía más compleja si los niños, durante su primera infancia, se comportan particularmente demandantes con uno solo de sus progenitores.

Cuando los más pequeños de casa atraviesan una fase de mamitis y papitis, se puede traducir como un verdadero factor de riesgo para la relación amorosa de los padres. Aunque son comportamientos normales del desarrollo de los niños, tienden a ser mal vistos. Más aún cuando pueden ser detonantes de un problema marital.

Lo primero que deben considerar los padres y miembros de la pareja es que no es algo que deban tomarse personal, dice la psicóloga Karla Villagómez. Los niños no lo hacen de forma consciente o intencional. Se trata de una de las diferentes etapas que atraviesan durante su crecimiento y desarrollo.

Sin esta premisa en mente llegan los problemas. El padre o la madre que no es el objeto de afecto del hijo puede sentir rechazo y dirigir su enfado hacia su pareja.

Asimismo, según Villagómez, se llegan a generar roces entre los adultos. Mientras que el progenitor que se siente rechazado culpa al otro de la mamitis o papitis (que creen que sucede porque consienten mucho al pequeño), el “favorito” del niño tiende a defenderlo la mayoría de veces.

Cuidado con los celos

Los problemas, más que por la demanda de los hijos en sí, surgen por falta de conocimiento. Ya sea de los cambios que implica la crianza en la relación de pareja y o del desarrollo de los niños.

Una de las consecuencias de la mamitis o papitis son los celos. Esto sucede, explica la psicóloga Jennifer Priscila Rivadeneira, porque “estamos dejando de lado a nuestra pareja, para volcar toda nuestra atención a los hijos”.

Y aunque a la final es natural que los padres se preocupen por los hijos, esto no debería significar el dejar de lado los requerimientos y necesidades de nuestra pareja. “Compartir esos espacios y momentos juntos es imprescindible”, resalta la experta.

La sexualidad es otra de las áreas de la relación que se ve afectada por esta constante demanda de atención de los pequeños. Así, por la falta de tiempo o por el agotamiento, dejan de lado el tema sexual por todas las obligaciones, indica Rivadeneira. “Esto hace que se alejen a nivel de intimidad. Ese lazo que antes los unía se empieza a dilatar”.

Cuando los padres tienen claro que se tratan de etapas pasajeras pueden manejar la situación de mejor manera. Foto: Freepik

Cuando los padres tienen claro que se tratan de etapas pasajeras pueden manejar la situación de mejor manera. Foto: Freepik

Un círculo vicioso

Las fases de mamitis o papitis mal manejadas desembocan en luchas de poderes. Para Villagómez, es uno de los problemas con mayor trasfondo. La experta usa una situación hipotética para explicar su punto. El niño hace algo que no debe hacer y el papá le pone un límite que el pequeño no acepta. Así que acude a mamá porque sabe que lo va a defender.

Esto “podría convertirse eventualmente en una mamitis de adulto, que acarrea un montón de problemas de pareja en el hijo (cuando crece)”. Para evitar estas “competencias”, entre padre y madre con consecuencias que se prolongan en el tiempo, lo mejor, detalla Villagómez, es actuar con naturalidad. Esto implica no dar lugar a la sensación de rechazo, ni culpar al hijo y menos a la madre (porque tienden a ser las mujeres las más afectadas por la demanda y la atención exagerada). 

Consejos a seguir

Información. Saber que estos picos de alta demanda de los hijos son normales ayuda a los miembros de la pareja a adaptarse. La psicóloga Villagómez recuerda que se presenta en los bebés alrededor de los 9 meses y el primer año de vida.

Culpables. La psicóloga Rivadeneira recuerda que no se trata de buscar culpables. Ni mamá ni papá consienten de más al pequeño. El trabajo para manejar estas fases se hace en equipo. Además, hay que mantener una comunicación abierta y fluida.

Desarrollo. Así como pasa en la época del primer año, como una forma de reafirmar su seguridad emocional, vuelve a pasar a los dos años, cuando tienen una fuerte angustia por separación, según la experta. Otra nueva fase ocurre a los 4-6 años.

Reencuentro. Asegurar los espacios de disfrute en pareja es primordial, según Rivadeneira. Se puede establecer un día fijo al mes o a la semana para hacer algo juntos como pareja y recuperar esa intimidad y complicidad perdidas u olvidadas.

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