'La ley del hielo' intoxica la relación

Silencio. Fingir que no se escucha a la pareja, emplear monosílabos para responder sus preguntar o dejar de hablar son conductas que no ayudan.
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Ignorar o aplicar la 'ley del hielo' con el objetivo de manipular a la pareja es una conducta que no genera buenos resultados en la relación.

14 de abril de 2023 14:40
Carolina Vasco

Aplicar la ‘ley del hielo’ con la pareja es ignorar deliberadamente al otro para obtener atención, consideración, respeto, amor. Es una conocida estrategia de manipulación dentro de las relaciones, explica Katy Pacheco, terapeuta de parejas.


Ocurre cuando uno de los integrantes de la relación interpreta que el otro ha hecho algo que no debe, entonces se molesta y en lugar de buscar resolverlo mediante el diálogo ­escoge romper toda interacción. Es como si se tratara de castigar al compañero por hacer algo mal.

Ejemplos de esta actitud son fingir que no escucha lo que el otro dice, no mostrar afecto o interés en las cosas del compañero, no responder preguntas o usar solo monosílabos para hacerlo, en fin, es hacer como si la otra persona fuera invisible.
Lo importante es entender lo que pasa internamente en la mente de quien aplica esta ‘ley’. Posiblemente, su idea sea que al dejar de hablar con su pareja esta cambie su forma

de pensar o su comportamiento frente al desacuerdo que están enfrentando.
Sin embargo, esta conducta no tiene sentido. “Es absurdo, ya que lo más importante en este caso es el diálogo para poder transformar el desacuerdo que los separa por un acuerdo que los una”, dice Pacheco.

La especialista plantea diferencias para reconocer, en primer lugar, ante qué nos encontramos. Todo depende, indica la terapeuta, de la intención con la cual una de las personas suspenda el diálogo.

Si el objetivo de evitar hablar momentáneamente es equilibrar las emociones y lograr que el diálogo no se desarrolle bajo el calor de una situación indeseada, sí se logra algo importante y valioso.

Lo ideal es mantener una conversación madura, libre de juicios y acusaciones, para crear acuerdos en los que se sustente la relación a futuro.

En cambio, si se deja de hablar con la pareja como un recurso de manipulación lleno de expectativas en la otra persona, “es decir le dejo de hablar para que recapacite, para que me pida perdón o para

que se sienta mal, entonces resulta una estrategia que no genera buenos resultados”.
En realidad cuando en una relación de pareja uno pierde, no implica que gana el otro, significa que pierde la relación.

Todo depende del grado de madurez de los miembros de la relación. Si una pareja está compuesta por dos personas inmaduras, que buscan llamar la atención, lo que sucederá es que al eliminar el diálogo este tipo de actitudes se convertirán en una guerra de egos, donde cada uno espera que el otro pierda para poder ganar o tener la razón.

Sin embargo, si uno de los dos pone límites al respecto y ayuda a su pareja a darse cuenta de que este comportamiento no es el adecuado para vivir a plenitud juntos, la “ley del hielo” pierde su impacto y ambos pueden llegar a otro nivel de madurez emocional. De todas maneras, no está mal que la persona ignorada se pregunte qué llevó a su pareja a tomar esta actitud.

Todo desacuerdo en una relación puede representar una oportunidad de cambio y transformación para cada uno de sus miembros. Lo ideal sería manejar esta situación de una manera asertiva.

Superar este tipo de conflictos conllevan, además, superar traumas de la niñez, no repetir los comportamientos que lastiman al resto, cerrar heridas emocionales de la infancia. En fin, es superar los bloqueos que todos los seres humanos llevan y que salen a flote cuando interactúan con otros. F

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