COTORREANDO!La culpa es del ascensor!!Acúsele! Hágalo con todo el derecho que le asiste porque es el culpable directo de sus atrasos a las diversas e importantísimas citas, encuentros y reuniones que a diario se le presentan, en especial aquella que al no haber podido atenderla le hizo quedar tan mal. !Castíguele! No se vuelva a subir en uno de esos aparatos que juegan tan malas pasadas a los inocentes y confiados que hacen uso del mismo. Si no fuera porque les es imposible moverse, habría que perseguirles y meterles presos porque hasta se atreven a interferir con algo tan sagrado como la justicia. Habría que desterrarles o al menos multarles por cada atraso causado a tanta gente que llega con las justas, pulsa el botón y !oh sorpresa!, haciendo caso omiso de la orden recibida, el ascensor se queda donde le provoca, causando al usuario un daño tal que, a veces, puede ser irreparable. Los ascensores son tan culpables como la noche cómplice que hace que la gente se enamore aunque no quiera hacerlo (como decía la canción aquella: por culpa de una noche enamorada...) o como los famosos relojes que deciden pararse cuando les viene en gana, dejando a sus dueños más desorientados que piojo en peluca.