LES INVITAMOS A COTORREARLa muñeca dormilonaSí, aunque esto les confirme la edad que tengo pero que no la menciono en público porque como bien decía Óscar Wilde y yo lo he repetido en más de una ocasión en esta columna, la mujer que es capaz de decir su edad en público es capaz de cualquier cosa, vengo de la era en que el mejor regalo que una niña le podía pedir al Niño Jesús (ojo en esa época Papá Noel o Santa Claus como le dicen hoy no era quien recibía las cartas de pedidos de regalos) era una muñeca dormilona, es decir una que cerraba y abría los ojos, una hazaña extraordinaria para un juguete en aquellos tiempos. Con el paso de los años esto fue cambiando vertiginosamente, aparecieron muñecas que hablaban, caminaban, cantaban, reían, se hacían pipí y había que cambiarles el pañal y cada año sus proezas eran más y más prodigiosas. Hoy no sé ni siquiera si las niñas siguen jugando con muñecas, y si es que lo hacen, no tengo idea de lo que se fabrica en una era en que la mayoría de juegos y actividades lúdicas parecen haber pasado al campo virtual; sin embargo, sigo recordando con nostalgia esa dormilona con la que muchas mujeres, que más tarde nos convertimos en madres y algunas con más suerte que yo en abuelas, nos ejercitamos en el proceso de poner a dormir a un bebé.