'Kentukis' de Samanta Schweblin: El terror tiene el rostro de un dulce peluche

La escritora argentina estará de visita en la Feria del Libro Quito 2019
La obra de Samanta Schweblin ha sido traducida a más de 25 idiomas. Foto: EFE

La obra de Samanta Schweblin ha sido traducida a más de 25 idiomas. Foto: EFE

2 de octubre de 2019 12:54
Gabriel Flores

Por: Gabriel Flores (O)
Hay un mundo que está divido entre los que ven y los que son vistos. A los primeros los llaman seres y a los segundos, amos. Entre los dos nunca hay contacto físico, pero muchas veces tejen una relación que los vuelve dependientes uno del otro.

Este es el paisaje social que la escritora argentina Samanta Schweblin traza en ‘Kentukis’, una novela que cuestiona, más a allá de la dicotomía entre bueno o malo, las relaciones que los seres humanos entablan con los nuevos dispositivos tecnológicos.

Por fuera los kentukis parecen un peluche. Unos se asemejan a un topo, otros a un conejo y hasta hay los que tienen forma de pequeños dragones. Por dentro, los kentukis tienen una cámara, un parlante y una batería. ‘Un teléfono con patas’ como lo llama uno de los personajes de la novela.

Al inicio, la presencia de los kentukis es confusa para todos. La única certeza que tienen sus dueños es que detrás de esos artilugios tecnológicos de apariencia dulce e inocente hay un ser humano que está en otra parte del mundo viendo con atención todo lo que hacen.

Kentukis

Con el paso del tiempo, los kentukis se vuelven populares y cotidianos. Hay gente que los detesta y repele, pero hay otros que los cuidan y protegen hasta el punto en el que piensan que como ‘ciudadanos’ del mundo también tienen derechos.

Engancharse con la novela de Schweblin y no soltarla hasta llegar a la última página es una empresa fácil. A pesar de que en muchos pasajes las relaciones entre seres y amos son perturbadoras -asusta darse cuentas de la falta de límites que el ser humano ha establecido con la tecnología-, su escritura derrocha genialidad.

‘Kentukis’ no es una distopía en el estricto sentido de la palabra. Quizás, como lo han señalado varios críticos, estamos frente al origen de un nuevo género literario, uno donde el horror que puede generar el uso que damos a la tecnología convive con la filiación que se construye con artefactos como los kentukis.

Si Gerald Foos, el protagonista de ‘El motel del voyeur’ escrito por Gay Talese, habitara en este mundo, seguro tendría un ejército de conexiones para ver, desde el silencio, a miles de personas. La pregunta aquí es si usted estaría dispuesto a que él lo espíe. 

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