jueves 06 de julio 2023

Los niños que sobrevivieron

Gabriela Balarezo

Tenía pendiente hablar sobre la alegría que produce la felicidad ajena. Y no es que sea un mantra de vida ni nada por el estilo, pero es algo que ronda mi mente con frecuencia.

En estas últimas semanas ha sido inevitable pensar en ello. Lo digo por el feliz e increíble desenlace que tuvo la búsqueda de los niños colombianos que permanecieron 40 días perdidos en la selva, después del siniestro que sufrió la avioneta en la que viajaban junto a su madre.

He escuchado a muchas personas quejarse de que ahora estamos plagados de malas noticias. Sí, probablemente tengan algo de razón. Aunque siempre está la contraparte. Es una cuestión de dualidad. Me gusta recordar que para conocer la luz se necesita la oscuridad.

Entre una marea de sucesos trágicos, de casos de corrupción, política caduca y violencia, hay historias que resplandecen e iluminan. Como la de la valiente Lesly y sus tres hermanos.

Una amiga dijo alguna vez que para ella resultaba muy difícil no contagiarse de la pena de quien sufre. La entiendo porque, al fin y al cabo, la mayoría de humanos somos seres empáticos.

Ahora, para no dejarnos llevar por la inercia de la tragedia constante, creo que no debemos olvidar la empatía del otro lado del espectro: la de la luz. Me quedo con la alegría inmensa de esos niños que sobrevivieron y que tuvieron una segunda oportunidad.