miércoles 05 de julio 2023

La ambigüedad de la rutina

Gabriela Balarezo

Hay épocas en las que siento que vivo como en automático. Los días pasan, uno tras otro, sin mayor novedad, sin mayor contratiempo. Como estar en un estado de letargo, en donde hasta las preocupaciones se vuelven cotidianas y dejan de sorprender.

Cuando me convertí en mamá aprendí que la rutina puede ser una gran aliada. A los niños, que en los primeros años experimentan enormes cambios por su desarrollo acelerado, les ayuda a sentirse seguros.

Yo tengo una suerte de relación odio-amor con la rutina. A veces la necesito y en otras ocasiones siento que me aspira y me envuelve. Quizás la clave, para no dejarse llevar por la sucesión de días, es la flexibilidad. Esto se traduce, a mi parecer, en dar espacio y tiempo al factor sorpresa en medio de la cotidianidad. Lo cual, como pasa la mayoría de veces, es más fácil en la teoría que en la práctica.

¿Por qué escribo ahora sobre la sensación de vivir en automático? Primero porque es un problema creciente de la sociedad actual. No en vano ha tomado tanta fuerza el ‘mindfulness’ para invitarnos a vivir (y sentir) en presente. Y en segundo lugar, porque en un abrir y cerrar de ojos ha pasado medio año.

Llegaron las vacaciones escolares, hay ciclos que se cierran y la mayoría de metas propuestas para el año nuevo están ahí: escritas en papel. Esperando otro medio año más para hacerse realidad.