El boca a boca enamora

Hace un par de años leí en la cuenta de Twitter de un compañero, que lo más bonito de Guayaquil eran sus amigos. Algún tiempo después le pregunté sobre las particularidades que tenían sus ‘panas’ guayaquileños para que él les dedicara unas palabras.

Me respondió que las ciudades tienen alma gracias a su gente y uno se enamora de ellas justamente por esas personas que ayudan a vincularse a las urbes. Mi amigo, quiteño de nacimiento y trotamundos de corazón, vivió un tiempo en el Puerto; descubrió que la alegría que corre por las venas de sus amigos guayacos fue lo que más extrañaba cuando dejó Guayaquil.

Quizá acá, en las alturas, nuestras alegrías son distintas o nuestra sangre corre en sentido contrario, pero -a pesar de todas las malas noticias que llegan de Guayaquil- uno siempre encuentra historias de personas que ponen una sonrisa a la vida y que quieren hacer que su ciudad sea diferente, alegre y que el resto de ecuatorianos nos enteremos -por ese boca a boca- que allá hay cosas que también enamoran.

Así nació la idea de esta edición de FAMILIA, con el propósito de contar historias de guayaquileños que están apasionados de las cosas nuevas que la juventud disfruta en su día a día.

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