¡Catarnica!
Nuestros padres y abuelos decían con frecuencia: Por favor, hagan silencio. Hablan como “catarnicas”.
¿Qué es “catarnica”? Según los especilistas es un “loro negro o “catarnica” (Pionus chalcopterus) de origen sudamericano, que habita en las zonas andinas de Venezuela, Colombia, Ecuador y parte de Perú”. Es un ave gritona, robusta, de cabeza grande, cola corta, cuello y pecho azul, rojo en la parte inferior de la garganta, y verde en su lomo y vientre.
Pero más allá de la vistosidad del pelambre de esta singular ave, le caracteriza su silbido. Los ornitólogos describen que las “catarnicas” “dialogan” tanto -durante su apareamiento- que esa sinfonía es emulada por otras aves. Entonces, el “concierto” al atardecer es total.
Los humanos aprendieron esa lección, e incorporaron el nombre de esta hermosa ave chillona al habla popular. Y surgieron numerosas personas -más mujeres que hombres- que no se cansaban de hablar o que hablaban en exceso. Y de las montañas, el vocablo saltó a las urbes, y allí se acuñó el término “catarnica” para bautizar a las gentes que “hablan hasta por los codos”. Y este bautizo llegó más lejos: aparecieron “loros” y “loras” por encanto, cuyo don no era otro que hablar como cotorras.
En la Costa ecuatoriana la gente utiliza con cierta frecuencia el término “catarnica”, y forma parte de la cultura popular guayaquileña. En la Sierra es posible encontrar “catarnicas” -no me refiero a este loro negro, sino a personas “habladoras”-, que monopolizan la palabra, hablan sin argumentos, pontifican y descalifican a los que no piensan igual, y vierten “veneno” a sus congéneres.
Si hay “catarnicas” en su familia, no se preocupe. Hay solución. Ofrézcale un caramelo. Y verá qué sucede.