lunes 11 de abril 2022

¡Álgido!

Fausto Segovia Baus

La RAE es clara: álgido significa frío, muy frío. Pero a menudo se escucha: “La Asamblea, en una sesión álgida (caliente), aprobó la ley”, “Los choferes paralizaron el transporte público y el tema de la movilidad se puso álgido (complicado)”.

“La discusión fue álgida (difícil)”. Se confunde álgido con caliente, combativo, grave, difícil, violento. Y la realidad es diferente: fría, tranquila, pasiva, y a veces gélida.
Álgido proviene del latín algĭdus significa “muy frío”. Se dice álgido en un momento o un período crítico o culminante de un asunto o problema, en especial, cuando se trata de procesos orgánicos, físicos, políticos, sociales. Son buenos ejemplos: “La pareja tuvo momentos álgidos (tranquilos)”, “El ambiente álgido (frío) permitió que el paseo se efectuara con normalidad”, “El grupo actuó con seriedad en los instantes álgidos (pasivos)”.

Sabemos que el lenguaje es un ser vivo. Las reglas de la academia son referentes formales, que sirven para estudiar y comprender nuestro idioma, pero, en última instancia, en la práctica, prevalecen el discurso, el texto, el modo de hablar y escribir de las personas, en diferentes contextos o locaciones.

El precepto dice que el signo debe complementarse con el significado y el significante. ¿Cómo lograr que las palabras correspondan a su sentido? La respuesta es compleja. Las palabras tienen historia, y en gran medida su sobrevivencia depende de la gente que las hablan.

Una percepción a futuro –dada la utilización cotidiana del término- es que álgido no será por mucho tiempo “frío” sino caliente. Otro vocablo que sigue ese curso es involucrado. Muy pronto, según los especialistas, nos “involucraremos” en algo “álgido”. Porque así habla la gente. ¿Qué opina usted?