jueves 07 de marzo 2019

De incas y momias

Edna Iturralde

Para los incas la muerte era una transición a otra vida. Por lo tanto, momificaban el cuerpo del Sapa Inca, el “Intipachuri”, hijo del sol, y los de otros señores principales, y los mantenían dentro de cuevas. Sus sirvientes les llevaban comida y cambiaban su vestimenta, tal cual como si aún vivieran.
Las momias vestían con el ropaje de la realeza, y el Inca llevaba ceñido en su cabeza el cordón del “llawtu”, con la roja “mayskaypacha”, la borla real sobre la frente. A las momias las sentaban con los pies cruzados y las manos sobre el pecho. La piel que se podría ver —seca sobre los huesos— brillaba untada con grasa. Sus ojos estaban cubiertos con tela de oro y, dicen, no les faltaba ni una sola pestaña. En ciertos días del mes de noviembre, las momias salían a pasear en andas por la plaza principal del Cusco. Estos paseos fueron interrumpidos por el celo español que no solo los prohibió, sino que incendió a las momias por considerarlas profanas.
La momia de Atahualpa (Rumiñahui recuperó su cuerpo) aún no se ha encontrado, como tampoco su tesoro. Quizás alguna recóndita cueva guarde este secreto.