miércoles 04 de noviembre 2020

Cuenca y recuerdos

Edna Iturralde

La última vez que estuve en Cuenca llovía. Yo miraba las gotas de lluvia resbalar por la ventana mientras esperaba a que me recogieran. Las gotas formaban hilos de agua que se unían y desunían en el vidrio. Agua. Recordé al río Tomebamba a cuyas orillas había caminado esa mañana. Un río que, junto con sus otros hermanos, Tarqui, Yanuncay y Machángara, han surcado la ciudad durante milenios. Profundos o ligeros, los ríos siempre están jugando con sus aguas, recorriendo Santa Ana de los Ríos de Cuenca, la ciudad de la literatura, los dulces, los sombreros de paja toquilla, los bordados, las joyas en filigrana, las artes en pintura, cuero y madera. Ciudad que tuvo otros nombres en otros lapsos de tiempo: Guapondelig, de los cañari, Tomebamba, de los incas y finalmente Cuenca en honor a la ciudad de Cuenca en España, cuna del virrey del Perú, Andrés Hurtado de Mendoza, quien envió a Gil Ramírez Dávalos a fundarla en 1557. Este 3 de noviembre se conmemora la independencia de Cuenca, en 1820. Ciudad poética, romántica y hermosa. La lluvia cesa y escucho que me llaman. Salgo al olor a yerba fresca, a tierra mojada que invade la ciudad.