lunes 16 de septiembre 2019

De una llamada

Edna Iturralde

Y por fin suena el teléfono y sabes que es tu hijo quien llama: el sexto, cuya mujer está embarazada por primera vez. “¡Ha nacido un varoncito! ¡Pesó nueve libras! El parto fue natural y el bebé y su mami están muy bien.” Miras las fotos en el WhatsApp, está coloradito, los brazos gorditos y todo ese cuerpo pequeño lleno de pliegues que quisieras abrazar en ese instante. Tiene los ojos abiertos. Abiertos al mundo. Al mundo que le espera. Y entonces tienes ganas de arrodillarte, y lo haces. Primero agradeces a Dios de todo corazón y pides, ruegas, suplicas que el mundo en el que le toque vivir no sea tan horrible como presagian. Y en tu mente miras a un mundo mejor donde no hay guerras, ni hambre, ni polución. Entonces, te imaginas a tu nuevo nieto creciendo, riendo, haciendo amigos, bueno de corazón como su papá. Recuerdas cuando él nació. Y recuerdas también a tu padre. Tu padre que quería una niña y la pidió al Señor de Monserrate en Bogotá. Tu padre, que no pudo verte crecer. Que de recuerdo de sus sueños queda el ala de su nave incrustada en el Tungurahua. Pero la vida continúa… en su bisnieto.