Manuel y Fernanda llevan juntos 27 años y se llevan bien. Sin embargo, desde hace dos años han tenido conflictos por su único hijo, Joaquín.El joven tiene 24 años, se retiró de la universidad y no ha definido qué hará con su vida.

Por el momento no trabaja y vive en casa de sus padres, con lo que los conflictos se han profundizado en el hogar. Fernanda defiende a su hijo, mientras que Manuel quiere que asuma su responsabilidad y busque un empleo. Casos como este se repiten en muchas familias, con hijos de distintas edades. Muchas veces los conflictos surgen porque se tienen distintas metodologías de crianza, se establecen expectativas diferentes sobre el tipo de padres que quieren ser, o sobre el futuro de sus hijos. Estos conflictos pueden potenciarse si se trata de padres divorciados, en donde los dos tendrán su forma de criar a los niños.

Pero cuando los hijos crecen y se convierten en adultos, las diferencias de opiniones pueden ser mucho más marcadas y enfocadas en cosas distintas, como las responsabilidades de los chicos, sus estudios y hasta su vida social. Según una investigación, ahora los hijos permanecen más tiempo en casa de sus padres porque las nuevas generaciones quieren vivir cómodamente sin preocuparse de sus obligaciones, como pagar los servicios básicos, cocinar, lavar su ropa, etc.

El informe llamado ‘El fenómeno del nido lleno. Juventud crónica y nuevas formas de familia’, realizado por la Universidad Argentina de la Empresa (UADE), señala que ese fenómeno se produce por el tema económico principalmente. “Si bien los jóvenes se consideran autónomos y libres para tomar decisiones propias en la vida, muchos de ellos, hasta casi los 30 años, permanecen en el hogar o reciben apoyo económico de sus padres”, señalaron los investigadores del estudio.

No obstante, esta demora en que los hijos se independicen causa conflictos en la pareja. Según Diana Barenboim, psicóloga de la UADE, los padres se han sacrificado por sus hijos en muchos sentidos. “Ha habido una renuncia muy grande de los padres en su propia vida estudiando algo por deber y no por placer, entonces dan la oportunidad a sus hijos de cambiar su historia”.

Pero llega un punto de su vida en el que ellos también quieren disfrutar su espacio. Si uno de los dos no incentiva a sus hijos a independizarse, surgen conflictos entre los padres.
Es allí cuando los padres deben llegar a un acuerdo entre ambos y buscar la manera de que sus hijos no sean un problema, sino que puedan ayudarlo a mudarse de su casa, a encontrar un trabajo, etc.

El terapista que trabaja con Manuel y Fernanda les recomendó que Joaquín salga de su casa, porque esto solo provoca conflictos que pueden destruir su relación. Para Fernanda no es fácil, pero es una decisión vital para enseñarle a que se responsabilice de su vida.